miércoles, 29 de octubre de 2008

Las Profecías de Rasputín


María, la hija de Rasputín, afirmaba que su padre tenía el don de poder ver y oír lo que los demás eran incapaces de percibir. En muchas ocasiones lo vio arrodillado largo rato ante sus íconos, orando con gran fervor y sin comer ni dormir, después de lo cual solía realizar observaciones proféticas.

En cierta ocasión dijo: “una visión atroz se interponía entre los zares y yo. Me veía a mí mismo convertido en un espíritu desencarnado que contemplaba desde lejos a los soberanos, colocados frente a un pelotón de ejecución. Yo no podía hacer nada para ayudarlos y salvar a Rusia”.

Pocos días antes de su muerte, en diciembre de 1916, le dijo a su hijo Dimitri que aquellas eran las últimas Navidades que pasarían juntos. La misma mañana del asesinato escribió una carta a los soberanos: “siento que dejar esta vida antes del primero de enero. Si soy asesinado por mis hermanos, los campesinos, tú, Zar de Rusia, no tendrás nada que temer. Pero si son nobles quienes vierten mi sangre, la nobleza tendrá que abandonar este país y tú, tu esposa y tus hijos morirán a manos del pueblo”.

Estas y otras predicciones se cumplieron al pie de la letra. De la correspondencia que mantuvo con la zarina y del diario que escribió durante su peregrinación a tierra Santa en 1911 se desprende que, efectivamente, poseía unas dotes proféticas inexplicables.

En los años 20 comenzaron a aparecer en París algunos papeles atribuidos a Rasputín donde se narran situaciones apocalípticas referentes al futuro de la humanidad. Dicen que estos profecías fueron sacadas a la luz por un exiliado ruso llamado Lavacenski y han sido ampliamente divulgadas, pero ni el estilo literario ni los hechos descritos se corresponden con lo que conocemos de la obra de Rasputín.

Claro que resulta muy tentador atribuirle a tan fascinante personaje diversas profecías sobre la contaminación ambiental, los clones, la ingeniería genética, el sida o el holocausto nuclear, pero los siguientes años por sí mismos, ya nos plantean suficientes quebraderos de cabeza sin necesidad de contar, además, con unas predicciones apócrifas de Rasputín.

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